lunes, 10 de octubre de 2011

Complejos

Somos muy complejos. Somos muy distintos.
Eso está bueno. Pero sólo si podemos acercarnos al otro y no encerrarnos en nuestra propia forma de pensar/sentir.
Consternado, veo las peleas y discusiones alrededor de la muerte de un hombre cuyo mayor pecado fue promover ideas (propias y ajenas) hasta transformarlas en objetos de uso cotidiano.
¿Qué diferencia hay entre su muerte y la de tantos miles que perecen a diario a causa del mismo sistema que a él le permitió triunfar? Creo que ninguna, y mucha a la vez. Ninguna porque la vida de todas las personas (y de cualquier ser vivo) es valiosísima, y mucha porque estas personas, nos guste o no, marcan un camino, hay un antes y un después tras su paso por este mundo. Cuando yo muera me diluiré como el humo al costado del camino, y nadie, o muy pocos, recordarán mi nombre. Casi nadie reconocerá mis actos, nadie sabrá qué sentía en mi yo más interno, así como nadie sabe realmente de mis penurias, de mis angustias, de mis placeres y alegrías internos. Muchísimos jamás notarán mi ausencia pues ignoran totalmente mi existencia, y sin mí, el mundo no cambiará nada. Y sin embargo para mí cambiará todo.
Pero somos complejos. Hasta el último aliento trataremos, algunos, de dejar algo, pues es lo único que podemos hacer, aún cuando luego caigamos con justicia en el olvido.
Somos complejos, porque criticamos el lamento por la pérdida de un hombre cuantos tantos mueren por día, injustamente, y no nos damos cuenta que lo malo no es lamentar la pérdida de una persona en especial, sino no actuar para que las otras tengan una vida digna.